viernes, 9 de octubre de 2009

"Miss Jenny"

Miss Jenny era una mujer que se la veía deambulando por Colonia vendiendo golosinas, hiciera frío o calor. Vivía en un conventillo, no tenía nada y no conocía a nadie. Ni siquiera hablaba español.
Cuando era joven, viviendo en Nueva Jersey, su madre murió. Jenny buscó amparo en un amigo de su madre, con el cual desarrollo una atracción cada vez más fuerte. Este hombre, un dentista casado, le prometía que abandonaría a su mujer para poder estar con ella, y un día lo cumplió. James Martin le dijo que había iniciado los trámites de divorcio y que ellos dos se irían a Brasil, Miss Jenny no muy convencida, pero confiando ciegamente en este doctor, acepto ir.
Nadie sabe como llegó a Colonia, los vecinos solo saben que un doctor la abandonó en Brasil.
Algunos amables vecinos que se preocupaban por ella y ofrecían ayuda, solo recibían balbuceos bajitos, inteligibles.
No había nada que pudieran hacer.
Así murió.

"Los Túneles"


Durante la colonización de América del Sur, a medida que se fueron construyendo ciudades como Lima, Córdoba, Colonia del Sacramento y otras más, se acostumbraba a crear por debajo de la ciudad una red de túneles. Estos servían para que las personas que habitaban las ciudades pudieran escapar en caso de que la ciudad estuviera sitiada, amenazada o invadida.
En Colonia es previsible que existieran debido a la cantidad de veces que estuvo sitiada tanto por españoles como por portugueses. Algunos fueron hallados o se sabe de su ubicación, pero debido al trabajo que implica poder escavarlos, no se ha hecho. Esto implicaría roturas de edificaciones existentes.
Los que sabemos su ubicación son: uno frente al Hotel Esperanza, otro al fondo de la Iglesia del Santísimo Sacramento, y un tercero en la Escuela Nº2. En ellos se encontraron armas y restos de comida como si las personas se hubieran guarecido durante un tiempo, escapando a algún peligro.
Los túneles y su historia es otro de los muchos atractivos de nuestra ciudad.

jueves, 8 de octubre de 2009

José Viera - (1904-1983)

José Viera fue un hombre de buena presencia, cariñoso con los niños, buen nadador, aficionado a la pesca y dependiente de sus hermanas ya que fue el único varón de la familia.

Desde joven le gustaba cantar tango, ya sea en los tablados o para los turistas que visitaban nuestra ciudad.

Debido a esa pasión por el tango, es que José usaba ropas al estilo de Gardel, sombreros, zapatos negro y blancos de charol, resaltando su aspecto de buen mozo.

En sus mejores años  trabajó embarcado y también se enamoró de una mujer, con la cual vivió su primer desengaño amoroso. Sus familiares más cercanos afirman que luego de dicho desengaño  tuvo un cambio radical en su personalidad y apariencia. Su buen aspecto lo suplantó por prendas más cotidianas  y menos elegantes.


Comenzó a deambular por toda las zonas de nuestra ciudad, desde el Real de San Carlos a la Punta de San Pedro, Ferrando, entre otros.

“Él creó un lenguaje único y propio”: recordaba Juan Carlos Montiel sobre su tío abuelo. Hablaba con el “za” delante de cada frase, hábito que lo caracterizó y le daba un toque de gracia.

Juan Carlos Montiel  y su esposa Maria del Carmen Aquino nos contaron algunas anécdotas  de José Viera:

Como ya mencionamos, a José le gustaba mucho ir de pesca, una tarde invitó a Juan Carlos al muelle. Cuando se encontraban pescando se levantó un fuerte temporal, con mucho viento y lluvia, José le pregunta a su acompañante: “Zacarlito sabes rezar”, respondiendo este que no, el pícaro José le contesto: “Santa Bárbara bendita se te ve la panza clarita”, frase que causó mucha gracia en su familiar, los cuales terminaron ese día de pesca insólitamente con sol.

Otra historia de José un tanto cómica es que… un día  mientras nuestro personaje  recorría las calles se encontró con una pistola de juguete, cuando este  caminaba por la ruta un auto con una pareja  Argentina le preguntaron si el camino por el cual venían era el correcto, José saco su pistola de juguete diciendo: “arriba las manos”, lo que hizo que la pobre mujer que viajaba en el auto, del susto se desmayara.

Por la simpatía de José muchas veces lo invitaban a comer pollo, pero este era algo impuntual y siempre llegaba tarde, motivo por el cual le dejaban solo las alas  del pollo, José rezongaba y decía: “Zajosé se va ir pal cielo, porque zajosé solo como las zalitas”.

Todas estas anécdotas, entre muchas más muestran la picardía y mañas que José Viera tenia día a día, la gente de Colonia lo veía siempre andando por las calles y con su alegría se ganó el respeto de todos.

Un 6 de junio de 1983, día de la primer helada de invierno,  José paso por la casa de sus familiares los cuales le preguntaron si  necesitaba comida o fósforos para preparar el fuego, José acepto con que le den para hacer el fuego, pues él sabía esa sería última helada…











Resultados de las encuestas del proyecto

Para saber que números de estudiantes tenían conocimiento del tema: Mitos, leyendas y personajes de Colonia, realizamos encuestas a algunos grupos de quinto y sexto año, sumando un total de 122 encuestas realizadas, de las cuales 58 correspondieron a hombres y 64 a mujeres, con los siguientes resultados: 


(Los resultados se encuentran en % )


"El Faro de la Muerte"


Nuestro faro que aún guía a los marinos, se encuentra enclavado en el Barrio histórico. Cuenta la leyenda que en dicho faro, el 1º de agosto de 1873 se produjo un importante incendio. Era un día de pleno invierno en que soplaba el viento con gran fuerza. El guardia faro de ese momento era el señor José Otongo. Sus funciones eran vigilar el faro, prenderlo en los momentos necesarios, tanto de noche como cuando arreciaba una tormenta. Ese día, subió las empinadas escaleras de madera como lo hacía siempre llevando el bidón con querosene para prender el fuego.
Tal era el viento que ese día soplaba que el tarro con combustible se derramó, tomando fuego, en pocos instantes, todo el faro.
José quedó atrapado y murió allí.
En el año 1928, otro guarda faro llamado Modesto Fear tuvo una muerte sin explicación en el mismo faro, tirándose al vacío desde lo alto del mismo.
Esas historias le han dado a nuestro faro la denominación de “Faro de la Muerte”.
Su destino es salvar vidas, pero como una paradoja; más de una vez condujo a la muerte.

El “Sátiro” del Real de San Carlos

“Hace algunos años circuló por nuestra Colonia, y en particular por toda la zona del Real de San Carlos, la noticia de que un "sátiro"; solía  aparecerse en horas de la noche, provocando menudos sustos en los pobladores de aquella barriada, sobre todo en el trayecto que va de desde la plata transmisora de una radio local hasta otra"Granja  Monoferrato"; y calle a La Arenisca.
Cierta noche, en un concurrido boliche del paraje, surgió el consabido tema del “aparecido” en rueda de parroquianos. Uno de ellos, que para retornar a su domicilio debía tomar por aquel temido camino, era el centro de curiosidad y preocupación en general:
-¿Y usted no tiene miedo, Don, de pasar por allí? ¿No le parece muy arriesgado andar tan de noche?, eran algunas de las preguntas que la concurrencia  le formulaba insistentemente, topándose siempre con la misma respuesta firme del vecino: - "esas son macanas... yo no le tengo miedo"
Avanzada la noche salió de la taberna y encaminó sus pasos hacia su domicilio, en medio de tal oscuridad del montado lugar. A poco de andar, sintió que si cuerpo se enredaba en algo y rodó por tierra dando gritos desesperados.
-"El sátiro";, pensó el incrédulo paseante, en tato oía a sus costados aullidos, risas estridentes y alaridos.
A duras penas logró  deshacerse del enredo y con toda la rapidez que pudo exigirle a sus piernas emprendió una veloz carrera, como en su vida había hecho.
Al día siguiente, el asustado protagonista y su patrón se presentaron en la Seccional 7ª a presentar la denuncia del caso, pero la sorpresa fue que al llegar a exponer el caso, el comisario les indicó, tranquilizándolos.
-Vayan nomás, que ya tenemos aquí a los "sátiros" de anoche.
Sí, porque habían resultado ser dos los dichosos personajes aunque, en rigor a la verdad, nada tenían que ver con el "sátiro"; verdadero, sino que eran simplemente dos traviesos parroquianos del mencionado boliche, los que seguramente motivados por una elevada dosis de alcohol que habían consumido- decidieron hacerle una inocente broma aquel descreído compañero de beberaje, arrojando una cuerda a su paso y vociferando con acentos mas lúgubres que pudieron emitir sus gargantas!!”

“Estampas Colonienses”:  por Luis Alberto Carro 

miércoles, 7 de octubre de 2009

Pitito Mota




 
“La simpatía y el respeto son  atributos del ser humano que cuando se dan juntos crean una personalidad que la hace acreedora de estimación y cariño. Tal lo acontecido con este personaje: Pitito Mota. Nació en el viejo y querido Barrio Sur, donde actualmente funciona Colonia Rock.
Haciendo una comparación con lo demás chicos de su generación, mostró una faceta algo distinto con respecto al comportamiento con las personas mayores, con lo cual ganó un espacio digno de mención.
Su padre, militar y  posteriormente mozo de cordel, le inculco la honestidad y la contracción al trabajo pues luego de tareas escolares observaba a su tío “Solcito” en las labores de la peluquería. Esta persona de afable carácter era el peluquero del Batallón de Infantería Nº 4 de esta ciudad y, luego de esos honorarios atendía es su casa prácticamente a todos los vecinos del barrio. De él aprendió esta profesión que abrió la posibilidad algo más adelante de obtener el sustento familiar.
A mediados de los años setenta protagonizó u verdadero suceso con su llamativo casamiento al mejor estilo hippie.
Ubicado junto a su esposa en un auto antiguo abierto, saludaba a todos los habitantes  de la ciudad que acudían a verlo pasar.
Mayor de edad no mostró interés en el ejercicio y tras algunos intentos de instalación  de su propia peluquería, probo suerte a bordo de un pesquero coreano, en calidad de tripulante y de esa manera conoció las furias y los peligros de los océanos tales como tiburones, a los que coreaban ahuyentaban por el  prejuicio que representaban para la pesca y a los que  en su  idioma llamaban: “gogui” […] Cuando dio termino a sus andanzas marinas, algunos de nosotros pensamos que las duras faenas, el estrechó límite de movimientos, el ambiente humano propenso a tensiones derivadas de la lejanía de la familia pudieran haberle afectado su carácter. Pero nos equivocamos y, de regreso a su querida Colonia, alternó  nuevamente sus labores de peluquero, pero la calle y, especialmente todo lo referente al río le causaban gran atracción, tanto los veleros como el vapor de la carrera a Buenos Aires en los que dejó incontables amigos.
Muy inteligentemente, aprendió inglés, lo suficiente como para el entendimiento y, además, algo de coreano. De este modo pasó sus últimos años en los que mostraba interés en todo lo relativo al turismo de su viejo barrio…
Pero, así como el mar guarda celosamente sus secretos, Pitito, el muchacho alegre, bonachón, en apariencia feliz, posiblemente tendría escondido un gran secreto que no contó a nadie y, un día que no queremos saber, tomo la trágica determinación de eliminarse dejándonos con la más amarga de las dudas. […]
Existen frases hechas, ya gastadas en las placas y en las lápidas: “No te olvidaremos..etc., etc., Pero Colonia y, en especial el Barrio Sur de tus grandes y viejos amigos […]”
                                                            
                                                                    "Estampas Colonienses" diciembre 2004, Nº 51

San Benito: El santo de los milagros



La capilla localizada en el Real de San Carlos, inaugurada en 1761, habría sido construida de barro, piedra y adobe, de aproximadamente veintidós metros de largo y unos ocho metros de ancho.
El Santo protector de dicha capilla se llama San Benito de Palermo, más conocido por la ciudad con el nombre del “Santo Negro”.
San Benito de Palermo, nació en una aldea llamada San Filadelfo, que pertenecía al Obispado  de Messara, Sicilia.  Hijo de padre y madre moros, pero de religión católica.
San Benito, viste hábitos de color marrón, ya que pertenecía  a los discípulos de San Francisco de Asís.
Se desconoce la fecha en que realmente el santo llegó a nuestra ciudad, por eso hay varias historias que narran dicha llegada…
Una historia cuenta que una mañana fría de invierno, los indios que habitaban nuestras cosas del Río de la Plata, vieron flotar un bulto, creerían perteneciente a alguna embarcación, pero era en realidad la figura del San Benito de Palermo, que no se descarta pudiera ser el protector de alguna embarcación.
Se cuenta también que a partir de un tronco de un árbol, de manera manual y  tallándolo  los indios le dieron forma al santo. Se narra también que este vino junto con las tierras donadas por la señora Rita González, una mujer morena, que pidió este sea el protector en honor a su raza.
San Benito, fue denominado el “Santo de los milagro” por los colonienses, que desde hace épocas atrás, cuando había grandes sequías, los peregrinos y vecinos del lugar sacaban al santo en procesión, como ritual de llamado a la lluvia. Se comenta también que hasta se llego a enterrarlo para poder alcanzar el fin.
Hoy en día  se continua realizando este ritual, sacando al Santo en procesión hasta aproximadamente la rotonda frente al club San Carlos, sobre todo en épocas de  grandes sequías, poniendo toda la fe y confianza en que el Santo Negro realice su milagro.



"La llorona"

Aunque hay muchas versiones de la historia, los hechos principales son siempre los mismos. La Llorona es un personaje legendario, muy conocido en los países de Hispanoamérica. La idea central trata de una mujer que pierde a sus hijos y se convierte en un alma en pena, los busca en vano, turbando con su llanto a los que la oyen.
Por lo tanto en la ciudad de Colonia, como en otras tantas ciudades del país, la leyenda se adapta a cada región y su escenario.

"La Calle de los Suspiros”


Al caminar por las callecitas empedradas de nuestro Barrio Sur no podemos evitar remontarnos a la época en que nuestra ciudad fue una colonia portuguesa. Recorriendo llegamos a una callecita muy cortita que nace en la Plaza Mayor y muere en el Río de la Plata, llamada “Calle de los Suspiros” que identifica a nuestro Barrio Histórico en todo el mundo tanto por su belleza como por las historias que se tejen relativas a su nombre.
Una de las tantas leyendas dice que…
… en épocas remotas en esa zona se encontraban los prostíbulos de la ciudad. Las damas de compañía que trabajaban allí se paraban en las puertas de las casas para ser vistas por los soldados que acudían allí buscando pasar un grato momento.
Cuenta la historia que los vecinos del lugar escuchaban los suspiros provenientes de las habitaciones como muestra de placer y buen rato que pasaban los soldados.
Otra leyenda dice que por esa calle eran conducidos al río para ser ejecutados las personas que habían cometido delitos que “merecían esta pena”. Al llegar al final del recorrido, que muchas veces lo debían hacer de rodillas por el empedrado, eran fusilados, escuchándose el grito y últimos suspiro del prisionero.
La magia que posee la “Calle de los Suspiros” lleva a que la recordemos y vuele nuestra imaginación.

sábado, 3 de octubre de 2009

"La enana"

Corría la década del 60. Vivía en el barrio "Los 3 Pinos" de la zona del Real de San Carlos, una mujer cuya estatura se acercaba al metro cuarenta aproximadamente y por ese motivo la llamaban "la petisa Fuentes" o "la enana".
Siempre estaba muy prolijamente arreglada, vestida con largas polleras. Su cabello era negro y lo llevaba a la altura de los hombros.
Durante el día se la veía por la ciudad cargando una canasta en la que llevaba hierbas medicinales para la venta puerta a puerta.
Muchas personas la respetaban pero tantas otras se burlaban de ella; la molestaban sobre todo los niños y en esos momentos "la enana" reaccionaba con su fuerte carácter, insultando a quien la ofendía.
Su compañero de muchos años fue Ramón Mandaro, un hombre alto, muy sociable y de pies muy grandes por lo que lo apodaban "el patón". Trabajaba en una tienda hasta que cerró; entonces se dedicó a cocinar en fincas particulares y hoteles. Esta nueva actividad lo llevó a beberse algún trago mientras cocinaba. Al tiempo se aficionó a la bebida. Y como dicen "copa va, copa viene..." se hizo un hábito compartido con "la enana".
Con el paso del tiempo ella perdió la vista y él le servía de lazarillo. Se los veía de la mano, llamando la atención la diferencia de altura.
Luego de muerto Mandaro, "la enana" conoció a un hombre con el cual pronto convivió. Era el "macho" Rodriguez. Vivía con ellos, la madre de Rodríguez: doña Juana.
La relación entre la enana y doña Juana era muy conflictiva, sobre todo cuando la primera llegaba a la casa borracha.
Los vecinos recuerdan sus peleas. La enana arrojaba ladrillos e insultos a la puerta de su casa porque su suegra no la dejaba entrar.
El alcohol la hacía bailar, cantar o sacarse parte de la ropa, todo eso en la vía pública.
Un día cualquiera, dejó de vérsela por las calles de Colonia; ya nadie más pudo molestarla ni burlarse de ella; los susurros del viento ya no llevaron más sus insulto.
Su recuerdo permanece y se mantendrá así en la memoria de muchos vecinos de esta ciudad como un personaje pintoresco de la ciudad.