jueves, 8 de octubre de 2009

El “Sátiro” del Real de San Carlos

“Hace algunos años circuló por nuestra Colonia, y en particular por toda la zona del Real de San Carlos, la noticia de que un "sátiro"; solía  aparecerse en horas de la noche, provocando menudos sustos en los pobladores de aquella barriada, sobre todo en el trayecto que va de desde la plata transmisora de una radio local hasta otra"Granja  Monoferrato"; y calle a La Arenisca.
Cierta noche, en un concurrido boliche del paraje, surgió el consabido tema del “aparecido” en rueda de parroquianos. Uno de ellos, que para retornar a su domicilio debía tomar por aquel temido camino, era el centro de curiosidad y preocupación en general:
-¿Y usted no tiene miedo, Don, de pasar por allí? ¿No le parece muy arriesgado andar tan de noche?, eran algunas de las preguntas que la concurrencia  le formulaba insistentemente, topándose siempre con la misma respuesta firme del vecino: - "esas son macanas... yo no le tengo miedo"
Avanzada la noche salió de la taberna y encaminó sus pasos hacia su domicilio, en medio de tal oscuridad del montado lugar. A poco de andar, sintió que si cuerpo se enredaba en algo y rodó por tierra dando gritos desesperados.
-"El sátiro";, pensó el incrédulo paseante, en tato oía a sus costados aullidos, risas estridentes y alaridos.
A duras penas logró  deshacerse del enredo y con toda la rapidez que pudo exigirle a sus piernas emprendió una veloz carrera, como en su vida había hecho.
Al día siguiente, el asustado protagonista y su patrón se presentaron en la Seccional 7ª a presentar la denuncia del caso, pero la sorpresa fue que al llegar a exponer el caso, el comisario les indicó, tranquilizándolos.
-Vayan nomás, que ya tenemos aquí a los "sátiros" de anoche.
Sí, porque habían resultado ser dos los dichosos personajes aunque, en rigor a la verdad, nada tenían que ver con el "sátiro"; verdadero, sino que eran simplemente dos traviesos parroquianos del mencionado boliche, los que seguramente motivados por una elevada dosis de alcohol que habían consumido- decidieron hacerle una inocente broma aquel descreído compañero de beberaje, arrojando una cuerda a su paso y vociferando con acentos mas lúgubres que pudieron emitir sus gargantas!!”

“Estampas Colonienses”:  por Luis Alberto Carro 

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